El cronista avezado se multiplica en la búsqueda del próximo tema. Así va analizando, probando y descartando la multitud de ofertas que la realidad le propone. A veces lo detecta y lo archiva, dejándolo macerar; a veces la urgencia impone su abordaje. A María Moreno, la más avezada en el maravilloso universo de la crónica, indiscutida número del género, el tema en cuestión no podía provocarle dudas. Porque quien hizo de contar vidas ajenas un arte, ¿cómo dejaría pasar la oportunidad de narrar la propia?

Pero a diferencia del espíritu autobiográfico de “Black out” (su ¿novela? de 2016), “La merma” implicó para Moreno exponerse desde otro lugar. Tras el ACV que sufrió en julio de 2021 sobrevino un larguísimo y tortuoso proceso de recuperación en el que ella misma se convirtió en territorio de disputa. Disputa entre sus pensamientos, sus sueños, las dolorosas sesiones de kinesiología, la frustración de sentirse traicionada por su cuerpo, las pequeñas humillaciones fisiológicas, los terrores y las fantásticas elucubraciones con las que imaginó ponerle fin a todo de una vez por todas. Sobre todo eso trata “La merma”.

La foto desenfocada de la portada no es casual. Así quedó Moreno cuando el accidente cerebrovascular la dejó tirada en su departamento: desenfocada del mundo, prisionera de palabras que la asaltaban pero de las que no conseguía descifrar su significado. Si la escritora se jugó por un texto crudísimo que la tiene como protagonista, no podía quitarle ese cuerpo a la tapa del libro. Allí se ve a la Moreno de hoy, a bordo de su silla de ruedas eléctrica (de la que, por supuesto, se ocupa en uno de los minicapítulos que van enlazando el relato).

“La parálisis despierta el rencor o hace que la sinceridad sea más irresponsable”, apunta Moreno. El ACV le dejó inerte el lado derecho del cuerpo: la pierna, el brazo; le transformó el habla en una jeringoza incomprensible. Justo la mano derecha, la más hábil, veloz y predispuesta para la escritura. Justo el habla, para quien la conversación es una suerte de religión. Recuperar todas esas funciones, y no al 100%, es la tarea que Moreno debió afrontar en el instituto Basavilbazo. A su juego la llamaron: por “La merma” desfilan enfermeras hipermaquilladas, compañeras de cuarto rezongonas, sesione de kinesiología compartidas con toda clase de personajes, casi todos insólitos. A ese micromundo que le tocó habitar durante meses Moreno lo desmenuza con la clarividencia -la vitalidad- de siempre.

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Mientras, comprueba que esas historias de amputados que sienten cosquillas o malestares en miembros que ya no están son de lo más comunes. En su caso toman la forma de sueños. Allí, momentáneamente escindida de la cama ortopédida, Moreno camina con normalidad, mueve el brazo, escribe, charla. Las tornas se invierten, porque la pesadilla se desata al despertar.

Despiadada

Según Mariana Enríquez, Moreno es la más inteligente de las cronistas, la más amable si quiere y la más despiadada si lo necesita. Ahí aparece un vaso comunicante con Sara Gallardo, magistral (y letal) por esos estiletazos de los que nadie alcanzaba a huir. Pero Moreno no tiene el abolengo de Gallardo -una Mitre, a fin de cuentas- y por eso, en el instante preciso, suele reemplazar la elegancia por la acritud. Más tratándose de un cuerpo vapuleado como el suyo. Entonces cuenta todo sobre pañales, enemas, chatas. Y lo hace apelando a Marguerite Duras -“El dolor”-.

“La merma” es María Moreno en estado puro. “Como cronista de sí misma es monumental”, apunta Enríquez. Por eso, de párrafo en párrafo, va saltando de la ternura a la brutalidad, de la empatía a la crítica feroz, jamás perdiendo el foco: contar el cuerpo. También se relaja un poco y acepta, con todo el orgullo del mundo, que durante los últimos tiempos se dedicó en sus publicaciones a reciclar distintas aristas de su vasta obra. “Me lo merezco”, dice con otras palabras.

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El libro es un tour de force por un sufrimiento real e inapelable; un torbellino de dudas existenciales, experiencias oníricas, ideas extremas y claroscuros anímicos. Moreno expone, con la misma honestidad con la que desnuda su cuerpo maltrecho, retazos de su historia, de sus lecturas y de su gente. Ha quedado mermada, pero no detenida, y lo demuestra el ojo clínico de la cronista que todo lo registra, lo tamiza y lo escribe.

En pocos días, en el marco del FILT, Moreno estará en Tucumán. Será la mejor ocasión para escuchar de primera mano todo sobre “La merma”, libro que jamás hubiera querido abordar, pero al que se dedicó con toda la pasión posible.